11 July, 2011

Alcoholizados al volante.

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Un estudio sugiere efectos dañinos del alcohol en concentraciones mínimas.

Muchos alcohólicos se emborrachan con una dosis etílica muy pequeña.

Expertos de todo el mundo piden tolerancia cero ante el alcohol.

¿Cuántos tragos me puedo tomar sin que mi capacidad para conducir se vea afectada? La respuesta que dan las últimas investigaciones es rotunda: ninguno. La más mínima cantidad de alcohol incrementa el riesgo de sufrir un siniestro, incluso por debajo de los límites legales. Por eso, quienes conocen a fondo los efectos del consumo de bebidas con contenido etílico no se extrañan de las graves consecuencias del accidente de tráfico que sufrió en mayo José Ortega Cano.

El conductor del vehículo contra el que se chocó falleció y las llamadas de alerta que recibió el 112 esa misma noche apuntan a una presunta conducción temeraria del torero: movimiento en zig-zag, invasión del carril contrario, doble adelantamiento en la línea continua a alta velocidad... Un mes después del suceso se supo que Ortega Cano tenía una tasa de alcohol en sangre de 1,26 gramos por litro, casi tres veces superior a la permitida (0,50 g/l, que generalmente se supera con dos o tres copas de vino o con un solo cubata). Con ese grado de intoxicación, los efectos van desde la disminución de los reflejos al aumento del tiempo de respuesta, el cansancio, la pérdida de agudeza visual, los problemas de coordinación...

Mucho antes de que se desplieguen todos esos síntomas, la facultad para llevar un coche a buen puerto ya está alterada, aunque sea mínimamente. Así lo demuestra un análisis publicado a finales de junio en 'Addiction', cuyos autores investigaron todos los accidentes de tráfico registrados en Estados Unidos durante más de una década. "Hasta ahora, los estudios de laboratorio habían constatado efectos psicomotores con una concentración de alcohol en sangre de tan sólo 0,2 g/l. Sin embargo, nuestros hallazgos sugieren que en adelante se deberían investigar también los efectos dañinos del alcohol incluso con una concentración menor", explican los responsables del trabajo.

Los investigadores comprobaron que existía una clara correlación entre la gravedad de los siniestros y cuánto habían bebido los conductores y que ninguna cantidad etílica en el organismo es segura. Por ello, consideran que una bajada de la tasa legal en Estados Unidos (0,8 g/l) salvaría muchas vidas y reduciría las lesiones graves. En España, aunque el límite legal es más bajo, el alcohol sigue estando detrás de un porcentaje significativo de los siniestros con víctimas mortales.

Siniestralidad en España

Desde 2001, la siniestralidad vial se ha reducido un 55%. Sin embargo, el alcohol está lejos de dejar de ser la gran lacra de la seguridad al volante. Según la Dirección General de Tráfico (DGT), desde la entrada en vigor en 2007 de la reforma del Código Penal referente a la conducción tras haber bebido en exceso, 33.987 personas han sido detenidas por llevar un vehículo con una tasa de alcohol en sangre superior a 1,20 g/l, tipificada como delito.

En 2010 murieron en nuestro país 1.730 personas por accidentes de tráfico, un 9% menos que el año anterior. Un informe del Instituto Nacional de Toxicología revela que el 42,4% de esos fallecidos dio positivo en los análisis de alcohol o drogas en las pruebas forenses realizadas posteriormente.

Estas abultadas cifras se explican por una mala relación entre el volante y el alcohol en nuestro país que, de momento, no tiene visos de acabar en reconciliación. Es sabido que una ingestión moderada de ciertos productos, como el vino o la cerveza, tiene efectos beneficiosos para nuestro organismo porque fomenta, por ejemplo, la salud cardiovascular. El problema surge cuando se pasa de la contención al exceso. Esto es especialmente preocupante en los más jóvenes (de 15 a 24 años), entre quienes se han intensificado los atracones, es decir, el consumo de grandes cantidades en muy poco tiempo.

Consumo de carácter lúdico

El director general de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), Ignacio Calderón, expone que "se ha pasado de un patrón de ingesta mediterráneo –en las comidas y reuniones familiares– a otro de carácter lúdico: en fines de semana y ligado a las fiestas". Precisamente, la FAD acaba de poner en marcha una campaña para concienciar sobre las consecuencias del abuso de la bebida y poner al descubierto los falsos mitos. Además, Calderón va a proponer a la DGT una mayor difusión de los estragos que causa el alcohol. Estos mensajes, sugiere, "se podrían proporcionar en los controles de tráfico a los conductores que son sancionados".

Pero la información no basta; hay que ir a la raíz del problema, algo que no es tarea sencilla. Entre otras cosas, porque el consumo de grandes cantidades de bebidas con un alto contenido etílico está muy extendido en la sociedad. Se ve como algo normal. ¿De qué boda o bautizo no salen decenas de invitados contentillos y cogen sus vehículos después de haber disfrutado de una copiosa comida regada con los mejores vinos y culminada con un buen cava o unas copas? ¿Cuántos son conscientes de los peligros que corren? La frase "yo controlo" está a la orden del día.

Todo el mundo sabe que el alcohol afecta a la conducción, pero pocos conocen a fondo sus efectos y, sobre todo, sus límites individuales. Lo cierto es que esta sustancia afecta a un elemento indispensable para no ser un kamikaze al volante: la coordinación motora. Josep Guardia, vicepresidente de la sociedad científica Socidrogalcohol, lo explica de la siguiente manera: "En el cerebro tenemos un pequeño ordenador que hace cálculos continuamente en función de la velocidad, la distancia, etcétera. Todo eso se procesa en la zona denominada cerebelo. El alcohol interfiere en esa capacidad desde cantidades muy pequeñas". En un primer momento, quien ingiere una cantidad considerable percibe, en palabras de Ramón Estruch, consultor senior de Medicina Interna del Hospital Clínic de Barcelona, "una fase de excitación". Al cabo de un rato, la sensación es "justo en sentido contrario: disminuye la conciencia". Cuando el volumen ingerido es muy elevado, la última etapa puede ser el coma etílico.

No afecta a todos por igual

No todos los individuos alcanzan el estado de embriaguez con la misma cantidad de alcohol. Hay diversos factores que influyen en la afectación individual: la edad (los menores y las personas mayores son más vulnerables), el peso (cuanto menor es la masa corporal, mayores son los efectos), el sexo (a las mujeres les influye más), la velocidad de consumo, si se han ingerido alimentos o no... A esto hay que añadir la predisposición genética de cada cual, así como la costumbre. Tal y como explica el doctor Estruch, "no se producen los mismos efectos en una persona de 18 años que no ha bebido nunca que en otra de 36 que suele hacerlo de forma moderada durante las comidas".

Generalmente, alguien acostumbrado siente en menor medida el mareillo, las molestias digestivas, la visión doble... No obstante, hay excepciones. Un ejemplo: muchos alcohólicos presentan la denominada tolerancia negativa, que hace que baste una pequeña cantidad etílica para que queden completamente ebrios.

Según Josep Guardia, en ningún caso hay que fiarse de la costumbre para aventurarse a conducir tras haber bebido: "Quien lo hace, cree que puede desenvolverse con más seguridad porque no tiene sensación de intoxicación. Sin embargo, el riesgo de accidente va en función de la concentración en sangre; que uno tenga tolerancia al alcohol no lo disminuye". Por el contrario, los que tienen la sensación subjetiva de mareo son generalmente más prudentes y esperan hasta que se les pasen los efectos.

Conclusión: es prácticamente imposible conocer el grado de tolerancia de cada persona, que puede estar por encima o por debajo de los límites legales. Por eso, en algunos países, como Suecia o Japón, la concentración en sangre permitida es inferior a la española y en otros, como Hungría, es cero. "Como son tantas las variables en juego y tan graves las posibles consecuencias, lo mejor es tomar bebidas sin alcohol cuando se va a conducir", declara el doctor Estruch.

Organizaciones de todo el mundo claman por que cunda el mensaje de tolerancia cero ante el alcohol en la carretera y hay algunas que hablan, incluso, de erradicar las muertes por alcoholismo pasivo.

Fuente: http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/07/08/noticias/1310145889.html

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