17 July, 2011

El 'macrobotellón' se come las verbenas.

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Algo que viene sucediendo en muchas fiestas populares, al final se “pierden” las tradiciones y una fiesta de estar con la familia y los vecinos se convierte en un acopio de alcohol y un botellón, lo cual en muchos casos deriva en peleas y accidentes cuando cogen el coche para desplazarse.

Los pueblos denuncian la masificación de sus fiestas.

Piden ayuda al Govern contra el alcohol y los violentos.

Proponen sacarlas del casco urbano si siguen degenerando.

Biniali, de 200 habitantes, recibió 5.000 visitantes.

Hubo un tiempo en que las verbenas de los pueblos eran los vecinos y cuatro amigos. En que los que venían de fuera aparcaban el coche junto al escenario y los portales de las casas todavía no se consideraban urinarios públicos. Eso era antes. Antes de que las redes sociales potenciaran la capacidad de movilización de los jóvenes y la prohibición de beber alcohol en las calles de Palma los empujara a buscar alternativas para las noches de fin de semana. Antes de que las verbenas se masificaran y el botellón se erigiera en estandarte de las fiestas.

Los tiempos han cambiado. Celebraciones locales que hasta hace pocos años aglutinaban a varios cientos de visitantes reciben hoy sedientas hordas de miles de juerguistas veraniegos para las que los municipios no están preparados. Los perjuicios derivados del botellón descontrolado se amplifican en estas localidades, desprovistas de los medios suficientes para hacer frente a la invasión.

La última en recibir fue Pòrtol, (Marratxí) la semana pasada. Y una semana antes Esporles y Biniali. En el caso de este apacible llogaret de Sencelles, el aumento de medidas de seguridad tras la caótica experiencia del año pasado apenas fue suficiente para contener los desmanes de la marabunta (cerca de 5.000 personas para una localidad de 200 habitantes), mientras que en Esporles el propio alcalde tuvo que ordenar que cortaran la música antes de tiempo para mandar a todo el mundo a casa y así evitar males mayores.

«Fue una auténtica invasión», afirma el alcalde de Esporles, Miquel Ensenyat (PSM), quien asegura que pasó toda la noche en vela. «Cuando vi esa masificación opté por dos medidas: pedir refuerzos a la Guardia Civil y a la Policía Local de Palma y cortar la música una hora antes». Afortunadamente y al contrario que en Pòrtol, apenas se produjeron enfrentamientos violentos de entidad. «Lo que más me puso los pelos de punta fue ver a tantos menores consumiendo alcohol».

Joan Carles Verd (CxI), alcalde de Sencelles, no desea repetir el mal trago que pasó hace dos semanas. Como él explica, «Biniali es solo un calle ancha con callejones a los lados», escenario en el que resulta fácil imaginar los estragos causados por una invasión de 6.000 personas. «Fue un desastre: la gente se metía en los corrales de las fincas privadas, meando y follando en los portales...». Por la mañana, el desolador panorama que era de esperar. «Basura por todas partes, coches destrozados, desperfectos de mobiliario urbano y niños borrachos tirados en medio de la calle».

El daño podría haber sido mucho mayor, señala Verd, de no haberse potenciado las dotaciones de control policial: la Guardia Civil realizó controles de alcoholemia en los accesos al llogaret y 14 voluntarios de Protección Civil apoyaron las labores de los tres policías municipales. Sin embargo «no pudimos impedir el botellón», afirma al tiempo que señala que una joven acabó en coma etílico. «Si las cosas siguen degenerando de esta manera los ayuntamientos tendremos que pedir ayuda al Govern: nuestros recursos no dan abasto».

Los refuerzos que tuvo que pedir Ensenyat para Esporles también impidieron males mayores. En este caso se desplazaron tres policías locales de Palma, aunque el alcalde esporlerí señala que es habitual que los municipios vecinos se ayuden entre ellos prestándose efectivos policiales cuando los necesitan. En su caso, con Valldemossa por ejemplo.

Dejando aparte las imágenes de adolescentes imberbes durmiendo la mona en medio de la calle, Ensenyat señala que lo peor fue el sentimiento que quedó entre la juventud local. «Los jóvenes del pueblo me dijeron que se habían sentido invadidos y que no disfrutaron la fiesta». La verbena de la noche siguiente fue otra historia, explica, ya en un ambiente mucho más autóctono y sosegado.

En Pòrtol las reyertas callejeras acabaron con cinco detenidos por la Policía y la decisión de suspender la Flower Power prevista para el sábado siguiente. El presidente de la asociación vecinal responsable de la organización de las fiestas Jordi Bauzá, explicó que fue una decisión difícil pero necesaria en vistas de lo que se les podía caer encima.

Uno de los damnificados por esta violenta botellonización de las verbenas pueblerinas ha sido el DJ Joan Campos. El marrón de decirle a los jóvenes que el alcalde de Esporles ordenaba cortar el grifo se lo comió él. «Querían pegarme; la gente del pueblo tuvo que escoltarme para salir de allí».

Por si fuera poco, la fiesta que Pòrtol decidió suspender tenía en la sesión de Campos su atracción principal. El disc jockey mallorquín, uno de los más reputados de la Isla, tuvo que aceptar que su poder de convocatoria fuera interpretado como un riesgo potencial para el municipio.

Por otra parte, Campos tendría ayer la oportunidad de resarcirse en el Districte 54 de Sa Pobla, fiesta pionera de la ola flower power veraniega que arrasa la Part Forana desde hace cinco o seis años. El nuevo alcalde Biel Serra (PP) ha recuperado la fiesta tras la suspensión decidida por el Consistorio pobler el año pasado debido precisamente al proceso de masificación que había sufrido.

Para Serra, la noche de ayer debía ser la piedra de toque definitiva para decidir sobre el futuro de estas celebraciones. «Veremos qué tal va; según lo que pase decidiremos si hemos de suspenderla definitivamente o no». Un replanteamiento útil, señala, podría ser el de «sacar las fiestas del núcleo urbano». Un ejemplo de que la fórmula funciona es el Rock n’Rostoll de Maria de la Salut, festival de música rock que se celebra desde hace más de 15 años en una finca rural a dos kilómetros del casco urbano. Según el alcalde Toni Mulet (PP), a ellos les funciona, ya que las molestias «son mínimas».

Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/07/17/baleares/1310900032.html

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