Como sucede con cualquier otro bien de consumo, el marketing es un aspecto fundamental para las drogas de uso recreativo. Los nombres químicos de las diferentes sustancias son poco atractivos a nivel comercial y éxtasis o éxtasis líquido suenan mejor que 3,4-metilendioximetanfetamina o gamma-hisdroxibutirato respectivamente.
En el caso que nos ocupa hoy, el clorhidrato de ketamina, se ha popularizado con el nombre de Special K, algo que probablemente no hará mucha gracia a la marca de cereales que comercializa este producto. No está claro cual es el origen de esta denominación, aunque el hecho de que sea una droga típica de afters y chill-outs puede explicar cierta relación con la hora del desayuno.
Por otra parte, las drogas ilegales están sometidas a una especie de marketing negativo. En lugar de ofrecer información objetiva, las instituciones sanitarias exageran los aspectos negativos con el objetivo de elevar la percepción de riesgo (eufemismo para “meter miedo”). Los medios de comunicación también contribuyen a la desinformación general a través de historias deformadas que permiten vender más periódicos independientemente de su veracidad.
En el caso de la ketamina, suele presentarse como “anestésico de caballos o de elefantes” para ilustrar que los consumidores de drogas son unos descerebrados capaces de meterse cualquier cosa por potente o peligrosa que sea. Efectivamente, la ketamina es un anestésico muy utilizado en veterinaria ya que es muy seguro a nivel orgánico, no altera los reflejos respiratorios y permite operar a un elefante (o una cabra, o un gatito, o un chihuahua) sin necesidad de costosos respiradores artificiales. Por este mismo motivo es el anestésico más utilizado en cirugía humana en países del Tercer Mundo y tiene además aplicaciones limitadas en obstetricia, pediatría y cura de quemados. También suele clasificarse a la ketamina como una de las drogas de violación (utilizada por violadores para cometer delitos sexuales administrándola de forma involuntaria a la víctima), a pesar de que sus características farmacológicas hacen este uso muy improbable y de que los casos confirmados en todo el mundo puedan contarse con los dedos de una mano.
En una ocasión un consumidor de esta sustancia me explicaba que la ketamina es como el chile o el tabasco. Una dosis pequeña administrada en el momento exacto puede dar un tinte psicodélico a la noche que muchas personas considerarían como agradable. Efectivamente, a dosis muy bajas (5-15 mg, el equivalente a una punta de llave) la ketamina tiene efectos estimulantes que incluyen modificaciones en la percepción del propio cuerpo. Según la dosis se va incrementando, percepciones como sensación de flotación o cambios en los límites corporales se van haciendo más potentes. Pero por encima de los 50 mg (el tamaño de una raya de coca media) es posible entrar en un estado disociativo en el que moverse se va haciendo cada vez más complicado hasta perder la conexión entre el cuerpo y la mente. Son posibles experiencias como abandonar el propio cuerpo, la anulación de la percepción a través de los sentidos o la fusión con una luz en un lugar donde no hay tiempo ni espacio. Esta percepción de eternidad, relacionada con las llamadas Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM) está suficientemente documentada desde un punto de vista científico y neurobiológico.
Así, como sucede con el tabasco o el chile, pasarse y liarla es sencillo. Sobre todo teniendo en cuenta que en el mercado ilegal las concentraciones de ketamina pueden ser muy variables. El tipo de experiencias que aparecen a dosis elevadas no son aptas para todos los públicos y no son adecuadas para el entorno de un after a las ocho de la mañana tras una noche de juerga. Si hemos señalado que la ketamina es segura a nivel físico, pueden existir dificultades para integrar una ECM que se manifiesten como un trastorno de ansiedad u otro tipo de problemas psicológicos.
Otro de los problemas de la ketamina tiene que ver con su potencial de adicción. El uso recreativo de ketamina es un fenómeno que sólo tiene dos décadas y no hay suficiente perspectiva histórica. Pero parece para algunas personas resulta muy complicado manejar sus consumos y terminan desarrollando trastornos adictivos, de una manera muy similar a lo que sucede con la cocaína. En este tipo de consumidores compulsivos se ha descrito un efecto tóxico sobre la vejiga urinaria y otros problemas de salud.
La vía de consumo más frecuente es la intranasal, por lo que son de aplicación los consejos que ofrecimos al respecto en el post sobre cocaína.
Como ya es costumbre en esta serie, en el siguiente video de StopSida en colaboración con Energy Control y la productora JalifStudio se ofrece más información sobre esta sustancia.
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Autor: Doctor X
www.doctorcaudevilla.com
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