Hoy posteo esta noticia sobre lo que se puede denominar nuevas adicciones, aunque algunas ya las conocemos si que se viene experimentando al menos una preocupación cada vez mayor por ellas. Tal vez sea lo que nos enfrentaremos en los próximos años y tengamos que empezar a abordarlas. Quien sabe si es la soledad y todo lo que ello conlleva o los factores que llevan a una persona a la misma (paro, exclusión social, incomunicación social, etc…) lo que lleva a una persona a encerrarse en estas conductas adictivas. Tal vez deberíamos de abrir un debate más profundo sobre cuales son las causas y sobre todo porque hemos llegado hasta aquí. Sin moralinas pero también sin mojigaterías tal vez hemos construido una sociedad cada vez más al borde del precipicio…
Un alcohólico rehabilitado publica una cibernovela sobre cómo superar esas conductas.
La forma de saber si determinada conducta es una adicción es ver si te trae problemas en alguno o varios aspectos de la vida, ya sea de salud, sentimental, laboral, académico, social o familiar. Si a pesar de los inconvenientes, no eres capaz de erradicarla, es probable que sea una adicción. Por ejemplo:
Pilar era una estudiante universitaria brillante y homosexual, que comenzó a tener problemas académicos más y más profundos cada vez, porque pasaba noches enteras chateando con desconocidos. El chat era el único lugar donde, amparada bajo el anonimato, se revelaba como lesbiana.
Andrés era un niño inteligente, que había tenido que cambiarse de colegio seis veces en los últimos dos años, por problemas de rendimiento académico debidos a su adicción a los juegos de video. Con 13 años, su vida sedentaria lo había llevado a tener un problema de sobrepeso que retroalimentaba sus incapacidades sociales.
Angélica era adicta al sexo. Concertaba encuentros sexuales reales o de cibersexo con desconocidos a través de sitios web para conseguir pareja. Esto lo hacía en secreto... y pasaba tanto tiempo encerrada conociendo gente y planeando encuentros, que se retiró de la universidad, perdió a sus amigos y casi no veía a sus padres, con quienes vivía.
Marcela era una joven profesional adicta a las redes sociales, que había perdido tres trabajos en el último año por su ineficiencia laboral, debida al tiempo que perdía actualizando su perfil, chismoseando y manteniéndose en contacto con sus amigos.
Jairo era un adicto al sexo que ya no trabajaba; todo el tiempo se escondía detrás de perfiles de mujeres lesbianas maduras creados por él en las redes sociales, para tener "relaciones sentimentales" con otras lesbianas. Muchas le enviaban fotos desnudas y en poses sexuales.
Efraín era un adicto al bazuco rehabilitado, que se fue a vivir con sus padres. Allí comenzó una adicción a la pornografía en internet. Día a día necesitaba imágenes más explícitas, de situaciones cada vez más rebuscadas (interraciales, embarazadas, transexuales, zoofilia, etc.) para poder excitarse. Esto lo llevó a encerrarse en su habitación sin hablar con nadie durante más de cuatro meses. Cuando hablamos por primera vez, me dijo: "¡Esto es peor que el bazuco!".
Son, apenas, algunas de las innumerables formas de adicciones ante las que sus poseedores han llegado pidiéndome ayuda desde el advenimiento de la revolución informática.
“El alcohol era el remedio'”
En mi caso, podría presumir de mi puntaje del Icfes, que fue uno de los cinco mejores del país el año en que me gradué, de mis distinciones académicas, tanto a nivel nacional como internacional, o de los libros que he publicado. Pero se trata aquí de hablar de algo que es parte de mí tanto como los logros y cartones: mi alcoholismo.
Cuando salí bachiller, a los 18 años, lleno de sueños y esperanzas, con el mundo a mis pies, jamás, ni en mis peores pesadillas, me imaginé el infierno que habría de recorrer hasta cuando, a los 25 años, sin familia, amigos, dinero, futuro, sueños ni esperanzas, cuando mis únicas alternativas eran el suicidio o dejar de beber, un día me dije a mí mismo: "Voy a darme la última oportunidad intentando dejar de beber. Si no puedo, me suicido". Ese día, hace más de 15 años, di el primer paso de una recuperación verdadera: admitir que una adicción me tenía derrotado.
Ese día tampoco pasó por mi cabeza que era el primero de los mejores días de mi vida; el inicio de la aventura más emocionante y colorida que he emprendido: un viaje hacia mi interior.
Muy en el fondo de mi ser encontré lo que casi ningún ser humano se atreve a reconocer. Algo peor que las mentiras que había dicho, que todas las travesuras y maldades de mi vida. El miedo al fracaso, al rechazo, la inseguridad, la ansiedad, y el desasosiego se manifestaban en mí como fuerzas paralizadoras que me impedían actuar y luchar por mis sueños.
El alcohol no era el verdadero problema. Era el analgésico; me quitaba el miedo. Yo bailaba, echaba chistes y hacía negocios alcoholizado, o al menos eso creía. Y cuando no lo consumía, postergaba todo; me dejaba ganar por la parálisis; por el miedo.
Otras muletas que usé para afrontar la vida fueron la soberbia. Buscaba los defectos de los demás, los veía inferiores; al sentirme superior, perdía el miedo. Pero eso no me permitía acercarme a ellos. A nadie le gustan los juicios, las críticas o el sarcasmo.
Un día pude ver el alma de los demás, la del ser humano frágil y necesitado que había debajo de los comportamientos compulsivos de mis congéneres; desde los adictos de la calle, hasta los estadistas megalómanos...
Y como parte de mi recuperación y pago a la deuda que sentí que tenía con la sociedad, comencé a ayudar a otros adictos a liberarse de sus cadenas. Decidí escribir mi último libro, la novela Un favor antes de morir, a raíz de este trabajo con personas esclavizadas por las nuevas adicciones, porque en la mayoría de los casos las personas que conviven con el adicto piensan que es muy juicioso, porque vive encerrado en su cuarto y no sale ni se emborracha.
Hemos trabajado aplicando la eficaz metodología de Alcohólicos Anónimos a sus casos específicos. El asunto de fondo siempre es el mismo; las adicciones son las que han ido cambiando.
Esta es una realidad invisible y cercana al mismo tiempo, que, de continuar con las tendencias actuales, puede llegar a convertirse en un problema de salud pública en todo el mundo.
No quería que fuera un libro académico aburrido sobre las nuevas adicciones, sino un libro de ficción basado en historias reales, que mostrara vidas de personajes adictos; lo que piensan y sienten, cómo ven el mundo, lo que hacen y por qué lo hacen. También quería que enganchara al lector con una trama romántica y de suspenso. Sólo los lectores podrán juzgar si cumple con ese objetivo: http://unfavorantesdemorir.wordpress.com o en www.amazon.com.
¿Quién es el autor?
Escritor, conferencista y 'coach' ('on-line' y presencial) de individuos, parejas y grupos, con énfasis en erradicación de adicciones.calderon.ramiro@gmail.com
Twitter: @ramiro_calderon.
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