Las redes sociales tienen ya su parte mala descrita: un mal uso, obsesivo o sin criterio, puede acentuar problemas de autoestima, de estabilidad emocional o de depresión que tengan algunos jóvenes usuarios. La inmediatez y la capacidad de multiplicación de las nuevas tecnologías dificultan el control de cualquier situación.
“Marta G. tiene 48 amigos en Facebook”. “A 92 personas les gusta esto”. “Vota aquí si te gusta mi perfil”.
Facebook, así como la mayoría de las redes sociales, muestran a personas que dicen pasarlo muy bien, van a fiestas, viajan y cuelgan las fotos, tienen éxito y una gran cantidad de amigos. Algunos adolescentes con problemas de autoestima se sienten mal porque se ven incapaces de alcanzar esa popularidad y lo viven como un fracaso. “Es como si estuvieran solos o ignorados en una fiesta –explica el pediatra Santiago García-Tornel, del hospital barcelonés Sant Joan de Déu–. El problema es que Facebook es como un gran certamen de popularidad a ver quién obtiene más solicitudes de amistad o qué fotografía es la más seleccionada y, además, algunos reciben comentarios desagradables que empeoran su estado anímico, aunque no se trate de un ciberacoso”.
Los expertos creen que muchos jóvenes abusan de las redes sociales, porque con ellas se relacionan, se informan, se enamoran y hacen amigos, pero también se puede perder amistades, romper vínculos y sufrir cotilleos, críticas y ninguneo. Los adolescentes que viven demasiado en internet se convierten en algo parecido a una Belén Esteban de la red social: un personaje mediático, expuesto a lo bueno y a lo malo de las redes.
Se calcula que dos tercios de los adolescentes españoles son usuarios de algún tipo de red social, entre las que destacan Tuenti y Facebook. La pedagoga y experta en jóvenes y tecnología Eva Bach explica: “Las tecnologías pueden ser proclives al exceso, a la adicción, la dependencia, la suplantación de la realidad, el estrés y, por supuesto, también al aislamiento y la depresión, pero este tipo de comportamientos no es exclusivo de la tecnología y no es provocado por el propio medio en sí mismo. Lo que hace la red es aflorar y retroalimentar un problema que ya existía y que puede tener causas diversas y complejas”.
Jesús de la Gándara, jefe del servicio de Psiquiatría del hospital General Yagüe de Burgos, explica en su blog dedicado a salud mental y tecnología: “Para los jóvenes, especialmente para los adolescentes, la aceptación social, la pertenencia al grupo, la relación emocional íntima y la sensación de seguridad que dan las redes son muy valiosas, y por ello su pérdida puede ser muy dolorosa”.
Hay quien pensará que los adolescentes se han comparado siempre con los otros y que esto no es más que una nueva expresión de un problema antiguo. Sí y no. En el fondo, es el mismo estrés motivado por la creación de relaciones sociales. Pero la diferencia es que las relaciones on line son tan rápidas, inmediatas e intensas que propician ser especialmente agresivos y violentos.
Jesús de la Gándara asegura: “La calidad y la cantidad de las expresiones emocionales en las redes pueden ser especialmente intensas, rudas, contagiosas, imitativas, y se generan círculos viciosos veloces e incontrolables que conlleven agravamiento de los sentimientos depresivos, aislamiento social o conductas anómalas como abusos, compulsiones o suicidio. Vivir en la red es estar expuestos. Cuesta acostumbrarse, sobre todo si eres inestable, vulnerable y tienes problemas de autoestima, como ocurre con la mayoría de los adolescentes”.
Las redes sociales tienen muchos factores positivos y, entre otros, pueden mejorar el estado de las personas con depresión o que son propensas a ella porque facilita la relación social con otras personas. Pero, como todo, la manera de usar un avance tecnológico y la capacidad crítica para hacer frente a sus contrapartidas es lo que marca el riesgo asociado. “La tecnología brinda una posibilidad de comunicarse y de sentirse parte de una gran red sin salir de casa, lo que muchos adultos actuales habríamos agradecido enormemente en nuestra adolescencia”, defiende Eva Bach.
Para aprovechar realmente las posibilidades de la red es importante cultivar el espíritu crítico, insiste Bach: “Lo que es fundamental e ineludible es ayudar a los adolescentes a desarrollar las competencias socioemocionales necesarias para moverse por las redes con seguridad y, sobre todo, para poder ir más allá de lo aparente y leer entre líneas lo que en ellas se muestra o se expone, que a menudo no es el alma o la esencia verdadera de las personas, sino una imagen parcial o sesgada. La felicidad, la paz interior, la capacidad de ilusionarse o la calidad humana de una persona no son directamente proporcionales al número de amigos o agregados que tiene en Facebook. La sana y verdadera autoestima también tiene muy poco que ver con esto. Si no está basada en una afectividad saludable y en un sentimiento de la propia valía y dignidad, difícilmente se sostendrá, por más amigos que se tengan en Facebook”.
Muchas voces desde el campo de la psiquiatría y la psicología, desdeJosé Antonio Marina a Paulino Castells, han advertido que están apareciendo trastornos de déficit de atención relacionados con una excesiva estimulación informativa. Según una encuesta realizada por laAsociación de Internautas en el 2009, el 70% de los usuarios de la red admitía tener dificultades para discernir bulos de noticias fiables. Y un informe de la consultora Jacob Nielsen afirma que el usuario de internet sólo lee el primer párrafo de cualquier información. Incluso se habla de la ansiedad del e-mail: la ansiedad del que sabe que al abrir el ordenador le llegará una avalancha de correos electrónicos, la mayoría de ellos, prescindibles
Conductas de riesgo.
Un estudio canadiense, publicado en el Journal of Preventive Medicine, señaló que los adolescentes adoptan más conductas multirriesgo sólo por estar unas cuatro horas al día delante del ordenador. Esas conductas son:
Tener relaciones sexuales antes de los 13 años.
Tener relaciones sexuales sin protección.
Tristeza y apatía persistentes.
Pensamientos o intentos de suicidio.
Trastornos de la conducta alimentaria (anorexia, bulimia).
Disminución del ejercicio físico (y mayor obesidad).
Fumar frecuentemente.
Consumo exagerado de alcohol (borracheras).
Consumo de drogas, en especial de marihuana.
Peleas constantes con compañeros o agresiones.
Llevar armas.
Según este estudio, el uso excesivo de internet propicia conductas más peligrosas que el de la televisión y las videoconsolas, porque no hay control externo al acceso a sus contenidos (excepto si los padres están muy encima de sus hijos), mientras que tanto en los programas televisivos como en los videojuegos hay cierta legislación que protege de abusos.
Fuente: http://magazine.lavanguardia.com/reportajes/los_reportajes_de_la_semana/reportaje/cnt_id/7179
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