Por David Valero García
El 8 de diciembre de 2011 todo cambió. Ese día fui consciente de que no podía seguir así. Tras estar encerrado en el trastero de mi casa esnifando cocaína sin parar durante toda la mañana, tras una tarde/noche a mis espaldas de más de lo mismo, subí a casa.
TODO TIENE UN LÍMITE
Allí estaba mi mujer, temía su reacción, pero subía preparado y dispuesto a manipular la discusión que se avecinaba.
Pero esta vez no fue así. Recordar hoy su mirada hace que se me parta el alma en mil pedazos. Sus ojos transmitían tristeza, cansancio y un absoluto no puedo más.
No me gritó, ni tan siquiera me recriminó nada. Únicamente se limitó a decirme que ella y los niños se iban. No tenía fuerzas para seguir luchando por mí, todo se hacía imposible al no poner nada de mi parte. Ahí estaba ella, la mujer más maravillosa del mundo, totalmente destrozada por mí.
Es terrible imaginarte que lo que más quieres se va, pero se va porque los has echado a base de ignorarles, manipularles, poniendo en peligro sus vidas, arruinándoles en todos los sentidos, económicos y emocionales. De pronto, al ver sus ojos, te preguntas como has podido ser tan hijo de puta. Es una bofetada de realidad, hasta entonces no te habías parado a mirarla. Y ahora que lo haces, nada tiene que ver la chica que conociste, la has machacado durante muchos años.
Cierto es que ella ha sido quien ha elegido estar ahí por amor hacia mí, nadie la obligó, pero esto sólo hace que refuerce mi repulsión por lo que yo estaba haciendo. Es como si todo el daño que la he producido, me lo transmitiera a través de su mirada en un sólo instante. Ningún acto físico puede llegar a ser tan doloroso y desgarrador.
LLEGÓ EL MOMENTO DE TOMAR LA DECISIÓN DEFINITIVA
No podía seguir así, y sólo había dos caminos, continuar hasta acabar consumido, y probablemente muerto, por la cocaína, o echarle un par de huevos y extirpar de mi vida la adicción.
La respuesta parece obvia, ¿verdad?, pues no fue fácil. Llegué a barajar la posibilidad de dejarlo todo, de huir y poner punto final a tanto dolor, propio y ajeno. Los siguientes dos días fueron duros.
A pesar de ser evidente cual debía ser el camino a escoger, cuando te encuentras en esa situación no tienes claro que vaya a ser posible salir de ello. Entiendes que no puedes seguir así, al menos al lado de quienes te quieren, pero no tienes confianza en poder lograr nada, y ahí es cuando se pasa por la cabeza terminar con todo, irte, dejarles tranquilos y terminar lo que empezaste, porque más pronto que tarde llegara el día que tu cuerpo y/o mente digan basta.
También existe una tendencia brutal a castigarte, a no darte la oportunidad a nada, es mucho el dolor que has provocado, y piensas que no te mereces otra cosa, lo justo sería acabar con todo de la forma más dolorosa posible. No dejan de pasar imágenes por tu cabeza de todas las cagadas que has cometido, y cada vez se refuerza más la opción de largarse para no volver. Llegue a imaginar como lo haría, me encerraría en una habitación y no pararía de consumir hasta…, si, hasta ahí.
Pero no fue así, a pesar de haber estado a punto de irme de casa, o dejar que se fuera mi mujer con los niños, no lo hice. Se trataba de vivir, una pequeña parte de mi seguía queriendo vivir, pero era imposible seguir haciéndolo de la misma manera, no era capaz de acumular más dolor, mas sentimiento de culpabilidad, de aguantar más arrepentimientos, de ver la cara de mi mujer como la había visto el 8 de diciembre.
Entonces, la misma desesperación que me llevaba a consumir, la utilice para dejar que me ayudasen. Se trataba de lograr que mis manos, en vez de buscar un gramo, buscasen un teléfono. Me di cuenta que no quería la otra opción, amaba a mi mujer, a mis hijos, y alguien o algo tenía que ser capaz de ayudarme, quería una vida sin cocaína.
En el trabajo, llorando frente al ordenador, encontré en Internet un centro de conductas adictivas. Tras intentar varias veces llamar, me decidí. Concertamos una cita para esa misma tarde.
Me sentía extraño en la sala de espera, no sabía quién me iba a recibir, cómo me miraría, pero sobre todo, sin conocerle, existía cierta desconfianza, pero a la vez, esperanza de que me pudiese ayudar, porque ya no podía más.
Aún no era consciente de lo que esto significaba, pero había dado el paso más importante de mi vida.
Si estás leyendo esto, y te encuentras en ese punto en el que eres consciente de que estás jodido por la cocaína, que todo es un caos a tú alrededor y dentro de ti… ¡Hazlo ya!, no dejes que excusas y justificaciones te impidan coger el teléfono y provocar el cambio que te llevará a una vida que SÍ es posible.
Yo lo estoy haciendo, ¡tú también puedes!, pero sobre todo, TE LO MERECES.
¡Un abrazo!
Fuente: http://adiccionatealavida.com/adios-a-la-cocaina-se-produce-el-cambio/
2 comentarios:
Muchas gracias por publicar mi primer post en tu blog David, para mi significa mucho. Espero que tus lectores encuentren algo en el.
¡Un fuerte abrazo!
Muchas gracias a ti por ser tan valiente de compartir una experiencia tan personal. Seguro que tus reflexiones ayudarán a muchas personas. Un fuerte abrazo para ti también.
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