Aunque la fuente puede suscitar sentimientos encontrados, no quería dejar pasar de postear este artículo de opinión sobre el descenso en el barómetro del CIS del problema de la droga como un de los principales problemas percibidos por la población.
El autor hace una llamada de atención sobre la combinación de un mayor control sobre el tráfico ilegal de drogas y una mayor presencia de los programas de prevención en el ámbito escolar. También, y como todo es susceptible de entrar en debate, también menciona que los consumidores deberían de hacer frente al gasto sanitario que su conducta ocasiona.
De cualquier manera, lo que si hay que reconocer es que los problemas derivados del consumo de drogas han sido relegados a los últimos puestos del barómetro, pero aunque no sean tan visibles si siguen existiendo y todos los actores sociales tienen que abordarlos para reducir el impacto que estos problemas generan en los individuos y comunidad.
El CIS coloca a la droga en el puesto 20 de la lista de las preocupaciones de los españoles. Ya no es un problema que afecta al lumpen, ahora también daña a profesionales de éxito.
Llevo tiempo queriendo dedicarle esta sección al problema de la droga en España y Occidente porque los datos que manejan las fuerzas policiales cada vez son más alarmantes. España en la década de los noventa se convirtió en el camello de Europa de la cocaína procedente de Colombia. Aquello afectaba a las vías de penetración de la droga por nuestras costas por las organizaciones de los carteles colombianos y, en mayor o en menor medida, la Policía realizaba una labor de contención, hay que reconocer que de manera brillante. Sin embargo, las luces de alarma se han encendido a partir de que nuestro país es ya el primer país europeo en consumo de cocaína. Por tanto, me sorprende que, en las encuestas del CIS, los españoles destaquen el paro, la crisis, el terrorismo, la seguridad ciudadana o hasta la clase política como asuntos que le provocan zozobra y, en cambio, se olviden del fenómeno de la droga. Es como una plaga invisible, que los españoles asumen, como cuando de manera indiferente deglutían los zarpazos del terrorismo en los años noventa, cuando ETA asesinaba a un centenar de personas.
Hay que reconocer que en los años de la Movida y de la desadaptación social en los suburbios de las grandes ciudades la heroína hizo sus estragos y que aquello, afortunadamente, ha cambiado. Ahora ya no vemos a los yonquis morirse en la calle, pero los narcos nos han introducido otro tipo de droga que mata todos los años a miles de españoles de manera silenciosa. Me refiero a la cocaína, que puede comprarse con facilidad en la noche de cualquier población de España.
Ya no es un fenómeno de grandes urbes, ahora puede adquirirse en locales nocturnos de poblaciones de 15.000 habitantes. Ya no es un problema que afecta al lumpen más desubicado de la sociedad, ahora afecta a profesionales de éxito y a una población cada vez más joven. Los informes que manejan la Seguridad Social y los hospitales públicos, y que no se atreven a publicar, son para echarse a llorar. Los fines de semana son tratados por urgencias en nuestros hospitales decenas de personas a causa de los efectos dañinos de la droga. Muchos de ellos fallecen pero en las estadísticas figuran como “muerte por infarto”.
Las consecuencias y secuelas de la droga provocan un gasto extra a nuestro sistema sanitario que, en época de crisis, deberíamos corregir. Por tanto, tendríamos que convenir que la droga es un problema escurridizo que hay que combatir desde dos frentes: el policial y el educativo/sanitario. Si logramos frenar o aminorar el volumen de droga que entra en España y en Europa obtendríamos una oferta más reducida y, por tanto, una menor demanda porque los precios se dispararían. La receta en principio es sencilla: mano dura y leyes expeditivas contra los narcotraficantes y pequeños vendedores de la droga y un mayor control en las asistencias hospitalarias. En un momento en el que se ha disparado la polémica del copago, no estaría nada mal que comenzaran a pagar quienes se ponen hasta arriba de cocaína y acaban en una sala de urgencia del sistema sanitario público. Si tienen dinero para gastarse en un fin de semana más de quinientos euros en coca, también deben disponer de medios para sufragar los gastos sanitarios. Esperanza Aguirre no se cansa de defender –y me lo creo– un sistema gratuito, universal y de calidad, pero con limitaciones para aquellos que se alejan de los cánones sociales. Sobre todo, si se muestran reticentes a reformarse por medio de un método de desintoxicación.
Al mismo tiempo, echo de menos unos programas de prevención en nuestros colegios e institutos porque las últimas cifras del Plan Nacional sobre Drogas y la Fundación contra la Droga colocan a nuestros jóvenes en la vanguardia europea en el consumo de estupefacientes. Cada vez son más los menores que se introducen en la peligrosa senda de la drogodependencia, algo que distorsiona el bienestar personal y familiar. El consumo entre los estudiantes de enseñanza secundaria, entre 14 y 18 años, ha experimentado en los últimos años un aumento del 5%. Además, se da la circunstancia de que los jóvenes que esnifan cocaína también consumen cannabis en un 81,6%, anfetaminas en un 26%, éxtasis en un 27,5% y alucinógenos en un 20,8%. En las encuestas los estudiantes, en un 50%, contestan que es fácil conseguir cocaína o hachís.
Los objetivos de las autoridades del Plan Nacional sobre Drogas se centran en la disminución de la extensión del consumo de drogas, la inversión en la tendencia de aumento cuando esta se produzca, el retraso en la edad de inicio al consumo y la mejor atención a los consumidores.
Todos los estudios europeos se ponen de acuerdo en una serie de acciones, que deben ser comunes en todo el ámbito de la UE: campañas informativas sobre la cocaína, canales de información accesibles para los jóvenes que fomenten la prevención, planes de detección e intervención precoz de consumo, seguimiento psicológico a los menores que son atendidos en urgencias, programas de acogida, rehabilitación y alternativas terapéuticas.
Pero todas estas medidas de prevención y rehabilitación serían absurdas si antes el Ministerio del Interior con la Policía, la Guardia Civil, el Servicio de Vigilancia Aduanera y el CNI no consiguen reducir la oferta, es decir, la droga que llega desde los países productores sudamericanos a España. En 2009, las Fuerzas de Seguridad detuvieron a casi seis mil personas y desarticularon a 561 grupos relacionados con el crimen organizado, de los que 462 grupos eran narcotraficantes. De los detenidos, 2.126 no eran españoles ni de otros países europeos. En los últimos cuatro años la Policía ha intervenido a los cárteles de la droga más de 60 toneladas de cocaína, 365 de hachís, 732 kilos de heroína y más de 665.000 dosis de éxtasis, la droga de moda en las discotecas y salas nocturnas.
Para combatir al crimen organizado la Policía cuenta con una serie de departamentos especializados que, a veces, se sienten impotentes ante la magnitud del problema. El Ministerio del Interior cuenta con el Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado (CICO) que es competente en la lucha contra todo tipo de delincuencia organizada, incluidos los clanes de la droga. Los Greco (Grupos de Respuesta contra el Crimen Organizado) tienen implantación en todo el territorio nacional con seis delegaciones: Levante, Costa del Sol, Galicia, Cádiz, Canarias y Baleares. La Policía Nacional también cuenta con la UTI (Unidades Territoriales de Inteligencia Criminal) y la UCIC (Unidad Central de Inteligencia Criminal). La Guardia Civil dispone de los ECO ( Equipos contra el Crimen Organizado), distribuidos en siete demarcaciones.
Pero, como los grupos criminales se organizan internacionalmente, las fuerzas policiales también han avanzado notablemente en lo que se refiere a la coordinación contra las bandas del narcotráfico y otros delitos. En Madrid existe la Oficina de Cooperación Policial Internacional, que dispone de Equipos Conjuntos de Investigación para combatir el crimen organizado. Cada uno de estas unidades tiene una especialización y cuenta con bases en Florida, Lisboa, Toulon, Isla Martinica, Accra, Dakar y La Haya. En la capital holandesa tiene su sede la AWF (los ficheros de trabajo de Europol) con la información más detallada sobre el crimen organizado internacional. También adquiere una vital importancia el MAOC-N (Centro de Análisis y Operaciones Marítimas contra el Narcotráfico), que vigila el mar y el espacio aéreo para que la droga no sea introducida en Europa a través del Atlántico o África Occidental. Es cierto que las organizaciones de narcotraficantes sortean los controles cambiando periódicamente sus rutas de transporte. Para ello se sirven de países en guerra o políticamente inestables como sucede con Senegal, Ghana o Liberia, pero las unidades antidroga también están preparadas para modificar sus protocolos.
En el último Informe Mundial sobre las Drogas, publicado por la Oficina contra las Drogas y el Delito de las Naciones Unidas, se destaca que los países miembros se han empeñado en trabajar en aras de “la eliminación o reducción significativa” de la producción ilícita y el uso indebido de drogas en un plan que se extiende hasta 2019. Según la Organización de Naciones Unidas, en el año 2010 la superficie total dedicada al cultivo de coca se redujo a 158.800 hectáreas, lo que significa casi un 30% menos que en 2000. La producción estimada de cocaína se situó en cerca de 900 toneladas métricas, un 10% menos que durante el año anterior.
La ONU estima que en el año 2008 entre 155 y 250 millones de personas de todo el mundo (del 3,5% al 5,7% de la población entre 15 y 64 años) consumieron sustancias ilícitas. La droga más consumida es el cannabis, seguida de las anfetaminas, la cocaína y la heroína. Los expertos señalan que los consumidores de cocaína alcanzan los 19 millones.
En cuanto al narcotráfico la ONU señala que, aunque el cultivo de coca ha descendido la mitad en Colombia, los capos colombianos son quienes controlan el mercado internacional de producción y distribución.
Europa es el segundo mercado mundial de la cocaína, tras Estados Unidos, y su implantación ha ido en aumento de manera acelerada en la última década. Los mayores consumidores son Reino Unido y España (21%), por encima de Alemania, Francia o Italia. Además, los niveles de prevalencia del consumo de cocaína en nuestro país son mayores que en Estados Unidos.
España es también, junto a Holanda, el principal puerto de entrada de la cocaína. Los flujos a través de África Occidental han disminuido desde 2007, pero podrían recuperarse si no se mantiene la vigilancia de sus costas. Entre 2006 y 2008 más de la mitad de los envíos de cocaína que fueron interceptados con destino a Europa procedían de Venezuela. Eso pone al descubierto que las autoridades del régimen bolivariano de Chávez hacen la vista gorda o participan del negocio de la distribución de la droga. El régimen chavista, que expulsó a la DEA norteamericana de su territorio, puede tener serios problemas en un futuro. Me cuentan que la agencia antidroga norteamericana ha entregado a las autoridades de Washington un plan de invasión de Venezuela para reprimir el narcotráfico.
El barómetro del CIS coloca (0,9%) a la droga en el puesto 20 de la lista de las preocupaciones de los españoles. Algo verdaderamente invisible y preocupante porque, sin movilización social, no se logran los cambios. Un reflejo del cinismo y la hipocresía social. Porque una desgracia, si no aparece en las encuestas del CIS, no existe.
Fuente: Manuel Cerdán; http://www.intereconomia.com/noticias-opinion/droga-plaga-invisible-barometro-del-cis-20110611
1 comentarios:
"los narcos nos han introducido otro tipo de droga que mata todos los años a miles de españoles de manera silenciosa"
Si es de manera "silenciosa" es porque simplemente no existen esos "miles" de españoles muertos por cocaína. Antes de escribir un artículo, es imprescindible informarse, y este señor debería saber que todas las muertes anuales por sobredosis en España no llegan al millar, y las debidas a la cocaína son una fracción de éstas.
Y los problemas sanitarios, se ponga como se ponga este tipejo, no se resuelven con policías, ni con aduaneros, ni con encarcelamientos, ni con multas.
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