La adicción a la bebida en los adolescentes crece de forma preocupante.
BILBAO. La prevención de los malos hábitos de vida, como el consumo abusivo del alcohol debe comenzar antes de los 13 años, porque a los 16 ya es demasiado tarde para cambiarlos, advierte Javier Aizpiri, neuropsiquiatra, con una dilatada experiencia profesional en el tratamiento de las drogodependencia, y cuyas últimas publicaciones versan sobre adolescentes, alcoholismo y drogas.
Los expertos en drogodependencias piden a los Gobiernos que intervengan y tomen medidas, como, entre otras, incrementando de manera notable -como han hecho con el tabaco- los precios de las bebidas alcohólicas y de los impuestos. Demandan la colaboración de los profesionales de la medicina, para que impliquen a los verdaderos responsables del menor, o sea a sus familias.
Disminuir la accesibilidad al alcohol es, a juicio de todos los organismos internacionales y expertos en la materia, una medida básica para reducir el abuso de esta sustancia. Pero no por ello hay que obviar otras acciones, dirigidas en este caso a modificar las actitudes de los jóvenes hacia el consumo. "Hay que ofertarles otro tipo de ocio, de diversión que no sea darle al botellón", reconoce Javier Aizpiri.
"Si los adultos no perciben el riesgo, ¿cómo entonces lo van a asumir los menores?, se pregunta en voz alta Javier Aizpiri, quien no duda en calificar la situación actual del consumo de alcohol en menores en "fase de catástrofe", apunta.
El neuropsiquiatra vizcaino considera que la actual forma de beber de los adolescentes es muy peligrosa y, además, están "financiados" por sus progenitores que no saben cómo afrontar el problema; se atiborran a ansiolíticos para soportar lo que tienen en casa".
El adolescente ha pasado a ser un objeto de la sociedad consumista en la que se desarrolla. Este aspecto, junto al hecho de que los padres y las madres son cada vez más permisivos y les dan dinero, sin pedirles casi explicaciones y sabiendo que en muchos casos es para consumir alcohol, es una auténtica "bomba de relojería", asegura Aizpiri.
Las consecuencias de beber de forma compulsiva ya se están empezando a ver en las asociaciones de atención a alcohólicos. Si hasta no hace mucho tiempo el perfil más habitual era el de un hombre de mediana edad, actualmente casi la mitad tienen menos de 30 años y la mayoría aseguran haber empezado a beber durante la adolescencia. "Incluso hay algunos que aún no han cumplido los 18 años y ya dicen llevar al menos seis bebiendo de forma adictiva", subraya.
LOS LÍMITES.
El neuropsiquiatra considera que parte de la solución podría venir de una total implicación de la familia en su educación. De no ser así, avisa Aizpiri, tienen que ser conscientes de que sus hijos e hijas se están destruyendo con la bebida y lo harán con su total consentimiento. "Hay que establecer límites". Porque las borracheras de fin de semana pueden salir caras. "Puede provocar en el cerebro daños similares a los sufridos por los bebedores crónicos en periodos más prolongados.
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