Tabaco y donuts.

Cuento algo que me acaba de pasar hoy por la mañana, mientras me sentaba a tomar un café en una terraza con un estilo muy moderno. Era una mañana lluviosa y la verdad que invitaba a relajarse escuchando música en esa terraza. Sonaba un disco de Amy  Winehouse invitando a disfrutar del ambiente de la plaza.

Dos chicas adolescentes de entre 14 – 15 años aproximadamente se acercan hacia la terraza, una de ellas fumando y la otra con un paquete de tabaco en una mano y en la otra con unos donuts de estos que vienen en envases individuales. Se sientan en la mesa de la esquina, piden un café con leche y fuman. Una de ellas abre el envase del donuts y se lo comen mientras hablan de temas intranscendentes.

Una de ellas recibe una llamada y con un sonido entrecortado entiendo que le comunican que se le ha muerto su abuelo, a lo mejor son imaginaciones mías, y le piden que vuelva a casa. Lejos de eso continúa con su amiga y otro chico que se les ha unido. Medio contrariada habla de que le ordenaron regresar. El chico mientras no para de jugar con un hinchador de bicicleta haciendo un ruido bastante molesto cada vez que deja escapar el aire comprimido repetidas veces.

Me hago una composición de lugar y me imagino a su familia dejando que salgan o que vayan a donde quieran mientras no molesten por casa.

Al rato suenan las campanas de una iglesia cercana. Y una de ellas dice: - “por mi que no esperen, no voy ir a misa”. Los pensamientos me asaltan y me pregunto para mí si estaremos ante una generación de descreídos y desmotivados por todo. Da igual, es lo que nos espera y será un futuro inexorable.

El chico se levanta, y al levantarse parece que coge unas monedas de encima de la mesa que eran de las chicas y se aleja… ellas le dicen algo y él encima de la bici les hace una “peineta”.

Pago mi café y me voy, me alejo pensando que es lo que nos espera. Mientras supongo que serán felices con ese contraste de donuts y tabaco que les hace ser niños y adultos al mismo tiempo.