NO ES RECOMENDABLE QUE LOS MENORES DE 17 AÑOS TENGAN SU PROPIO DISPOSITIVO.
Reunión estival. Un grupo de padres parlotea amigablemente en una terraza de la capital madrileña. Charlan de lo divino y de lo humano, y picotean. Mientras, sus retoños, preadolescentes de doce y trece años, se agrupan en unos bancos cercanos y juegan en silencio. Cada uno con él mismo, o mejor dicho, con su Blackberry. Sin levantar la cabeza. Sin mediar palabra. Casi sin respirar. Vamos, que si Gurb observase la escena no tendría la menor duda: estos niños han sido abducidos por una máquina, diría. Así de claro.
Blackberry, hasta hace muy poco un artilugio electrónico en franca decadencia comercial, disfruta hoy de una segunda vida gracias al entusiasmo de los preadolescentes españoles, que se pirran por su posesión. Los chicos BB, como se autodenominan orgullosos estos chavales, son ciudadanos en pleno desarrollo físico e intelectual ‘enganchados’ a un terminal, que es móvil y ordenador a la vez, y la puerta de acceso a las redes sociales. Aunque se reúnan, queden y estén juntos, esta generación, que siempre lleva su BB encima, prefiere ‘chatear’ a charlar: pasa su tiempo hablando a través de mensajes, como si fueran jóvenes mudos.
El psiquiatra José Luis Pedreira, médico del Hospital Niño Jesús, de Madrid, es contundente: los menores de 16 ó 17 años no deberían poseer una Blackberry. “La línea que separa un simple hábito de consumo de la dependencia psicológica es muy delgada. Los síntomas de la sumisión no aparecen de repente y dan una subclínica latente que los padres incautos a veces minimizan. Son, sin quererlo, verdaderos cómplices de las casas comerciales”, advierte.
Los psiquiatras y psicólogos se dividen en tecnófobos y tecnófilos. Los primeros, sólo ven el lado oscuro del invento: aislamiento, acoso, descontrol y pérdida de identidad. Los segundo, se apuntan a los tiempos que corren: estos dispositivos potencian ciertas habilidades cognitivas, como la rapidez a la hora de tomar decisiones. El pensamiento se hace más operativo.
Pero la alarma salta cuando se pronuncia la palabra maldita: adicción. Y es entonces cuando la discusión entre los expertos se hace interminable.
Tecnófobos...
Los hay que niegan la mayor, como el doctor Xavier Carbonell, profesor de Psicología de la Universidad Ramón Llull: “adicción es un término muy serio. No es posible comparar las repercusiones que puede tener en el niño o en el adolescente estar ‘enganchado’ a una maquinita con los problemas que acarrean drogas como la heroína, la cocaína y el alcohol. Una cosa es un mal hábito, que hay que corregir, y otra muy distinta, una dependencia”.
Pero ¿qué ocurre cuando el chaval prefiere la Blackberry a verse con sus amigos, o el adolescente presta más atención a su Iphone que a su novia, o el joven no rinde en los estudios porque revisa obsesivamente su correo electrónico? Enrique Echeburúa, catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco, no tiene dudas: “pérdida de control y dependencia. Eso es lo que caracteriza a las adicciones. Y aunque resulte difícil de creer, esa pérdida de control y esa dependencia también pueden llegar a darse cuando uno convierte un terminal electrónico en un objeto de deseo y hace que su vida gire alrededor de él”.
No son muchos, desde luego. Pero ya se han dado casos de ingresos en las unidades de Psiquiatría Infantil. El doctor Pedreira relata la historia de uno de sus pacientes, un estudiante de 14 años encadenado a su ordenador: “Tuvimos que internarlo porque mostraba todos los síntomas físicos de una abstinencia: ansiedad, irritabilidad, obsesión, insomnio”. Muchas veces, el fracaso escolar es la primera señal de alarma de que algo no funciona correctamente.
Sin embargo, Carbonell y su equipo de la Ramón Llull, sólo certifican un caso de adicción a las nuevas tecnologías. Y viene de la mano de los juegos de rol en línea. “Entonces sí, a veces se puede producir una suplantación de la personalidad. Ojo, no estoy diciendo que se produzca una esquizofrenia, ni mucho menos. Digo que el individuo puede llegar a preferir la vida del héroe a la suya propia y sentirse más feliz, con las repercusiones personales y sociales que eso conlleva, cuando está sentado en el ordenador y es el caballero del antifaz. Voy a la vida real a comer, pero enseguida vuelvo a la vida virtual que es la que me satisface y fascina”.
Enrique Echeburúa insiste en la tesis de la adicción. Lleva años estudiando los riesgos del abuso de las nuevas tecnologías: “La adicción, con ser el mayor, no es el único problema. Muchas veces se accede a contenidos inapropiados, léase sexuales o violentos, hay acoso y pérdida de intimidad. Además, existe el riesgo de crear una identidad ficticia, potenciada por un factor de engaño, autoengaño o fantasía. Así, por ejemplo, se liga bastante más virtualmente, porque el adolescente se corta menos. Sin embargo, se facilita la confusión entre lo íntimo, lo privado y lo público, y se fomentan conductas histriónicas y narcisistas que deforman la realidad, por ejemplo, alardear del número de amigos agregados”.
...vs. tecnófilos
En el otro lado, una tecnófila convencida: Gema de Pablo, socia fundadora y responsable del departamento de Formación de la empresa Jaitek, dedicada al desarrollo de programas tecnológicos en el ámbito de la educación. Para esta psicóloga, las adicciones no caen del cielo. Son la punta del iceberg de un malestar emocional, la manera que el niño tiene de aliviar su soledad, o su aburrimiento. “Si el pequeño tiene una familia y un entorno escolar adecuados, las posibilidades de que se cree una adicción son mínimas. Hay que marcar límites, pero no prohibir. Los jóvenes hoy en día se socializan también a través de este tipo de dispositivos, y eso también hay que entenderlo como suma, no como resta”.
De Pablo aventura un cambio obligatorio en el aprendizaje. “Si nos negamos a aceptar que el uso de estos aparatos electrónicos, con todas sus ventajas informativas y sociales, ha modificado ya la forma de acercarse a la realidad de nuestros hijos, nos daremos de bruces con el fracaso escolar. El mundo de la escuela, con sus corsés, les resulta ajeno y les aburre. El éxito de Finlandia tiene mucho que ver con todo esto, con un cambio de método en las formas de aprendizaje y con una incorporación decidida y sin prejuicios de las nuevas tecnologías”, explica.
La socia fundadora de Jaitek propone incluso romper los actuales espacios físicos del aula y trabajar por proyectos, donde el alumno es parte activa del aprendizaje y donde se ven involucrados profesionales de diferentes áreas del conocimiento, como ciencias, matemáticas, lengua o historia.
Desde Jaitek sólo apuntan un problema: “La información de las TIC llega difusa y desorganizada y el estudiante no tienen aún capacidad para clasificarla. Este es el gran reto de los maestros, trabajar al mismo tiempo el caos y el orden”. El doctor Pedreira, mucho más clásico, asegura que las BB y todos esos artilugios electrónicos restan al niño capacidad para simbolizar “y a la larga dificultan el pensamiento”.
Señales de alarma
1. Privarse de sueño para estar conectado a la red.
2. Descuidar otras actividades importantes, como el contacto con la familia, las relaciones sociales, el estudio o el cuidado de la salud.
3. Pensar en la red constantemente, incluso cuando no se está conectado a ella y sentirse irritado excesivamente cuando la conexión falla o resulta muy lenta.
4. Intentar limitar el tiempo de conexión, pero sin conseguirlo, y perder la noción del tiempo.
5. Mentir sobre el tiempo real que se está conectado o jugando a un videojuego.
6. Sentir una euforia y activación anómalas cuando se está delante del terminal electrónico.
Cómo evitar el peligro
1. Limitar con nuestros hijos el uso de aparatos y pactar las horas de uso del ordenador.
2. Colocar los ordenadores en lugares comunes (el salón, por ejemplo) y Controlar los contenidos.
3. Fomentar la relación con otros niños.
4. Potenciar aficiones tales como la lectura, el cine y otras actividades culturales.
5. Estimular el deporte y las actividades en equipo.
6. Desarrollar actividades de grupo.
7. Favorecer la comunicación y el diálogo en la propia familia.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2011/09/17/ninos-adictos-a-la-blackberry-84347/
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