El Equinoccio de Majadahonda ha instalado un pitido para impedir que los jóvenes beban en su aparcamiento. El centro asegura que su problema ha «disminuído notablemente» gracias al sonido que emite a 85 decibelios
¿Un pitido insoportable puede convertirse en una medida disuasoria? Hasta ahora hemos podido observar cómo se utilizan ciertos mecanismos tecnológicos –con sonido casi imperceptible para el oído del hombre– en el control de, por ejemplo, las aves en los aeropuertos. También se han puesto en marcha métodos más «rudimentarios», como fuertes bocinazos para dispersar a los manifestantes de cumbres internacionales como las del G8 o el G20, un sistema que da sus frutos y que, de hecho, se está pensando utilizar con adaptaciones en las Olimpiadas de Londres en caso de disturbios.
Mucho más cerca, en las calles de la Comunidad de Madrid, el botellón se ha convertido también en objetivo de estos sonidos «disuasorios». En el centro comercial Equinoccio de Majadahonda han decidido poner fin a lo que para ellos se ha convertido en un problema, el botellón, y para disuadir a los jovenes que se concentran para beber en su aparcamiento han instalado un sistema que emite un pitido creado para «molestar» especialmente a los menores de 25 años. Y es que desde hace unos meses entre la «clientela» nocturna del Equinoccio no se cumple eso de que los oídos te pitan cuando están criticándote. En el parking de este centro majariego el botellón ha sido, y sigue siendo, algo frecuente. La Policía Municipal y la Guardia Civil multan y se han llegado a cerrar zonas del parking para que no sean utilizadas por los jóvenes. Pero parece que esto no ha sido suficiente y se ha dado un paso más: instalar el «mosquito», una caja metálica fabricada por el británico Howard Stapleton que emite un sonido desagradable que sólo molesta a los menores de 25 años. El pitido adquiere una frecuencia de entre 16,5 y 17,5 Hz y a una potencia de 85 decibelios. La idea se le ocurrió cuando tenía 12 años y visitó una fábrica con su padre. Al abrir la puerta de una sala donde los trabajadores usaban un equipo de soldadura de alta frecuencia se quejó de un ruido insoportable y los allí presentes le preguntaron: «¿Qué ruido?».
Un «sistema de seguridad» más
En Gran Bretaña su uso se ha extendido, no sin polémica, y hay más de 6.000 aparatos en funcionamiento. Sin embargo, en países como Francia, Irlanda y Bélgica está prohibido. En España se intentó implantarlo hace tres años en La Coruña, en los jardines de Méndez Núñez, un lugar frecuentado por jóvenes para beber, pero creó tal alarma social que el Ayuntamiento decidió no seguir activándolo.
En Majadahonda la polémica está servida. En una cara de la moneda está Fernando García, gerente del centro comercial, que afirmó que «por sugerencia de nuestro equipo de seguridad se ha querido incorporar este sistema al conjunto de iniciativas coordinadas con los cuerpos de seguridad locales y autonómicos». Además, aseguró no haber recibido «ninguna queja por parte de los clientes» e insistió en que «estamos constatando que la existencia del botellón en Equinoccio ha disminuido notablemente».
Nunca hubo un nombre mejor puesto, aunque la otra cara del problema añadiría algún apellido nada cariñoso. Álvaro, estudiante de 24 años, suele ir a los aledaños del Equinoccio a tomarse unas copas antes de entrar en algún local y no tiene reparo en decir que «manda narices que lleguemos a este punto. No tenemos dinero y no podemos permitirnos lo que cuestan las copas. Además, lo del pitido es insoportable». Sin embargo, a Jorge, de 27 años, el pitido no le «afecta demasiado». Aunque coincide en que «lo del botellón puede parecer que es por molestar», asegura que el principal motivo de que no entren a los bares es que éstos ofrecen «copas de garrafón a ocho euros».
«Aquí no hay vecinos y no molestamos a nadie, pero aun así nos quieren echar. Nos ponen multas que nos hunden y ahora el pitido este que es asqueroso. Al final nos quedamos porque no todos lo sufrimos igual y subiendo un poco la música se disimula. La solución no puede ser que o nos quedemos en casa o tengamos que dejarnos 30 o 40 euros cada vez que salgamos. Yo cobro 250 en mis prácticas», explicó Juan, de 25 años, y es estudiante de ADE.
El ayuntamiento de Majadahonda sostiene que el Equinoccio es un centro privado y el uso del pitido no depende del Ejecutivo municipal. Lo que sí ha hecho el Gobierno de Narciso de Foxá ha sido ampliar el número de controles en los accesos al centro comercial «por motivos de seguridad».
Parece que tomarse una copa en la calle puede salir mucho más caro que hacerlo dentro de un bar. No hay alternativa.
La Ley no prohíbe el uso del pitido.
España carece de legislación en torno al uso de sistemas como el «mosquito antibotellón». Ello provoca que cualquier empresa o particular pueda hacer uso de él con la única condición de no superar el límite legal de los 95 decibelios. Países como Irlanda y Bélgica sí han aprobado normas que prohíben su uso al considerarlos como lesivos y contrarios a los derechos de los ciudadanos. Recuerdan estas leyes que los aparatos emisores de estos pitidos deberían ser catalogados como «armas acústicas». En 2008, la Comisión Europea rechazó sacar adelante una iniciativa que los prohibiera.
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