14 August, 2011

El modelo familiar sin jerarquías favorece el consumo de drogas.

1312817533_0 El consumo de tóxicos, sobre todo alcohol, tabaco y cannabis, está ampliamente extendido entre los jóvenes de 14 a 18 años. Los adolescentes tienen un acceso muy fácil a las drogas, existe una gran permisividad sociofamiliar y los profesionales sanitarios carecen de la formación y los recursos necesarios para atajar el problema. Estas son las principales conclusiones de una investigación llevada a cabo en un barrio de Barcelona y extrapolable a otros lugares de España.

Las últimas encuestas oficiales revelan que el 80% de los adolescentes de 14 a 18 años ha consumido bebidas alcohólicas alguna vez, el 46% tabaco y el 36% cannabis, con una edad media de inicio entre los 13 y los 14 años. Un equipo de médicos del Centro de Atención Primaria de Llefià (Barcelona), liderado por Javier Carreter y Olga García, quiso indagar en los factores sociales y familiares que están detrás de esas cifras y realizó un estudio cualitativo para conocer la opinión de los protagonistas del 'drama': jóvenes, padres, profesores y profesionales sanitarios.

Las 15 reuniones de aproximadamente una hora y media de duración que se celebraron con los implicados resultaron, según Javier Parreño, "muy enriquecedoras porque todo el mundo tenía una disposición muy buena a colaborar". En cambio, el contenido de estos encuentros no fue tan gratificante, ya que reveló un panorama "bastante poco esperanzador".

En los últimos años, la adquisición de tóxicos por parte de los adolescentes se ha estancado, lo cual no es una buena noticia, ya que se mantiene en cifras altas y no tiene visos de descender. "Es un consumo muy generalizado y normalizado por la sociedad", recalca el responsable del trabajo, publicado en la última edición de la revista'Atención Primaria'. "No hay interés ni social ni político por cambiarlo", asevera.

Entre los motivos que adujeron los jóvenes para ingerir las sustancias legales e ilegales destaca la diversión, el deseo de probar cosas nuevas, la creencia de que así mejora su posición dentro del grupo, la relajación, la desinhibición y la evasión de los problemas. En cuanto al uso de otros compuestos, algunos chicos consumían tranquilizantes y, en mucha menor medida, cocaína y drogas de síntesis. En cambio, fumar porros a diario entre los 14 y los 18 años no era tan infrecuente.

Los investigadores constataron que estos jóvenes consumidores son conscientes de los problemas que pueden ocasionar las drogas. Sin embargo, minimizan los riesgos asociados a ellas, especialmente al cannabis, y tienen una falsa sensación de invulnerabilidad.

Los padres hicieron hincapié en la rebeldía que caracteriza a la adolescencia, a la que se suma la alta presión que ejerce el grupo de amistades en la toma de decisiones individuales. Según explican los autores del estudio, "la familia destaca también su falta de control de las actividades del adolescente, que muchas veces muestra una doble cara que hace impensable el consumo".

Por su parte, los profesores y los profesionales sanitarios criticaron los valores de la juventud actual, que se plasman en "la baja tolerancia a la frustración y la cultura del mínimo esfuerzo imperante, en una sociedad que incentiva la recompensa rápida". Además, el profesorado recalcó la "falta de respeto hacia los mayores".

Estos dos sectores laborales también reprocharon a los progenitores la existencia de un "modelo familiar sin jerarquía, en el que se observa un consumo de tóxicos normalizado, mientras los padres pasan poco tiempo con sus hijos, delegando la responsabilidad de educar".

Tal y como han mostrado otros estudios, el consumo más problemático de tóxicos se detectó fundamentalmente en familias desestrucuradas. En algunos casos, la permisividad llegaba hasta el punto de que los padres daban tabaco a sus hijos o, incluso, cultivaban marihuana en el domicilio familiar y se la suministraban a sus descendientes. "Esto no es lo habitual", aclara Parreño.

Los profesionales sanitarios (médicos y enfermeras) expresaron su desconocimiento de la magnitud del problema y se quejaron del déficit de formación y de recursos sociosanitarios que dificulta tanto la detección como el tratamiento de las adicciones.

Todos los participantes en las reuniones coincidieron en señalar que las campañas de prevención actuales no funcionan. Puesto que se trata de un problema complejo, se requiere la colaboración de los distintos estamentos de la población. Parreño expone el que sería el planteamiento ideal en el ámbito sanitario, y recalca que es su opinión personal: "Se debería implantar un programa de atención integral al adolescente, con protocolos específicos de tratamiento y un equipo multidisciplinar".

Sin embargo, el especialista cree que, teniendo en cuenta la crisis de financiación y la política de recortes que están llevando a cabo las administraciones autonómicas -especialmente la catalana-, va a ser muy difícil que las autoridades se decidan a apostar por la prevención del consumo de drogas.

Fuente: http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/08/08/noticias/1312817533.html

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1 comentarios:

DDAA said...

Lo primero sería descartar por completo la premisa del artículo (que el consumo de drogas ilegales entre menores, excluyendo el cannabis, supone un problema en España). El resto es la clásica acumulación de tópicos sin ningún fundamento. En suma, un artículo completamente prescindible desde cualquier punto de vista.

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