Si los padres no pueden corregir de una forma moderada y razonable a sus hijos, más vale que no los tengan. Los padres españoles no pueden seguir perdiendo autoridad sobre sus hijos a favor de los poderes públicos. Se está llegando a extremos francamente insoportables para los progenitores que ven mermadas sus razonables y moderadas atribuciones. No se puede, sin más argumentos que la denuncia de una hija enrabietada, detener a un padre y, automáticamente, quitarle la patria potestad.
Tenemos como ejemplo nada ejemplificante el caso de la detención del padre de una menor en Úbeda por castigarla a no salir. Los derechos y los deberes de los padres nunca han estado tan cuestionados como en los últimos tiempos. Me parece extraordinario que a lo largo de estos años se haya tratado de tapar cualquier resquicio por el que pudiera colarse la violencia sobre los menores. Servidora ha denunciado en infinidad de ocasiones la violencia que se ejerce sobre el colectivo silencioso de los menores, cuántos de ellos bebés. Pero de ahí privar de la autoridad a los padres cuando se trata de adolescentes y puede haber otros agravantes, como el consumo de estupefacientes, media un abismo.
Los padres son quienes tienen que decidir las normas de convivencia, normas que son imprescindibles y que los hijos deben cumplir. Los padres son quienes tienen que imponer su criterio, son quienes tienen que marcar las directrices a seguir y de no obedecerlas, ¿por qué no se va a producir un castigo? El Estado no puede intervenir a la primera de cambio. El Estado está ahí para solucionar casos extremos como por ejemplo el abandono o el maltrato del menor. En casos tales, sí debe actuar con premura y rigor. De no producirse ese tipo de situaciones debe dejar que cada familia elija sus normas. Así ha sido siempre y nunca se habían producido situaciones tan bochornosas como esta última que ha generado un inusitado revuelo mediático.
Se está judicializando el entorno familiar y eso no es bueno para la convivencia en el hogar. Hemos conocido este caso por todo lo que se ha organizado en derredor, pero debe haber cientos de ellos que pasan desapercibidos al ojo crítico de la prensa con menores que denuncian a sus padres por cumplir con su obligación. Si los niños no tienen respeto a sus progenitores, con lo duro y difícil que resulta ser padres hoy en día, por fuerza la sociedad tiene que salir perdiendo. Si a un hijo no se le enseña a respetar a sus padres, será incapaz de respetar nada. Los padres tienen autoridad por derecho propio, entonces, ¿por qué cuestionarla e incluso llegar a quitársela? Se empezó restando autoridad a los profesores y ahora se hace lo propio con los padres. ¿Dónde vamos a llegar?
No pueden exigir a un padre que pague los desaguisados de sus hijos, puesto que son responsables civiles subsidiarios, pero, llegada la hora de meterlos en cintura para que no se conviertan en unos delincuentes, no se les puede ni regañar, cuando menos castigar porque es considerado poco menos que un delito. Esta situación de indefensión para los padres se está tornando insufrible e insostenible. Lo que menos necesitan las familias españolas en un Estado intervencionista que permanentemente les dé la espalda metiendo las narices en asuntos puramente domésticos. Al Estado le corresponde también velar por la figura de los padres.
Autora: CARMEN FERRERAS. Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/opinion/2012/03/09/padres-autoridad/585832.html
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